jueves, octubre 27, 2005

Lo vergatario de ser maracucho

Que vaina tan de pinga, no me cabe la emoción en el cuerpo ya. Después de algunas trabas e inconvenientes, se dió, me voy pa Venezuela, pa Maracaibo, mi tierra natal.
El país estará vuelto un desastre, aún está el inonmbrable de presidente, lo que va a haber calor es verga entre otras cosas pero eso a mi no me importa. Estoy contento porque regreso a mi tierra, a ver a mi familia, mis panas y la gente que quiero. Porque voy a comer todas esas cosas sabrosas que uno viviendo en Maracaibo las ve normales y hasta nos damos el lujo de evitarlas y no comerlas. Me voy a tapusar de queso palmita, de queso de trensa, me voy a embuchar unos cuantos patacones y un cerro de tequeñitos, yo-yos y arepas hechas como Dios manda.
Me voy a comer esos manjares que mi papá prepara todos los días y que hasta mis hermanos a veces no se comen por no se aún por qué. Voy a oler la ciudad, sentir el calor pegostioso, el sol cachúo quemandome la nuca intentando hacerme sufrir del popular tabardillo.
Me voy a caminar al Paseo del Lago a mirar el Lago de Maracaibo de cerquita, sentir el viento de costa en la cara, intentando en vano moverme las greñas en su son. Me voy a tragar unos cuantos cepillaos de cola y beber unas frescolitas y maltas con orejones y galletas de huevo.
Voy a comer pan dulce tal y como siempre lo recuerdo y que infructosamente busco en estas tierras.
Hasta creo que voy a aplaudir cuando el avión aterrice en el aeropuerto de la chinita. Me voy a desahogar diciendo las mil y una groserias, tan propias de mi tierra. Me voy a quejar que jode del calor y de como manejan, y de lo caro que estan las cosas. Voy a aplastarme en un centro comercial a agarrar frio y a mirar un rato.
Pero lo que más me va a gustar es poder abrazar cada vez que quiera y se me antoje a mis papaes y hermanoes. Decirles lo mucho que los extraño y los quiero. Echarles los cuentos y reirnos de todas las marisqueras que he vivido.
Que vergatario es ser maracucho y poder volver a mi tierra.
Que vergatario es regresar, aunque sea por un rato.

domingo, octubre 23, 2005

Por qué Dios mio!

Uno trata de ser una persona de pinga, chévere y sencillo, sin muchas complicaciones en la vida de las que ya de por si ella nos da.
Pero no, hay gente que le gusta complicarse la vida como a la gran mayoría de las mujeres, que les encanta tener una colección completa de jabones para usar cada uno de ellos en una sección de su cuerpo, y ¡ay de uno! si usa un jabón de esos sin su consentimiento y en una zona equivocada sin mencionar el olvidado y muy natural pelo que se queda adherido al mismo.
Si me dice la gente que soy muy mañoso es porque trato de hacer las cosas en un orden y usando un patrón determinado, pero no es un ritual ni tampoco tienen que hacer los demás las cosas como las hago yo.
Tambien están los que se la pasan arrechos todo el tiempo, los que no se rien con un chiste aunque sea malo o los que no les da risa ni las payasadas de alguna caricatura que pasen en la TV. Y aunque tambien me dicen que tengo cara de perro (no tengo culpa que Dios me la haya dado así), la verdad es que siempre ando contento y sonriéndome.
Como siempre dicen por ahí: "La vida es una sola y hay que gozarla".
Pero mientras siga existiendo gente, habrán quienes sigan empeñados en amargarle los sueños más bonitos a los otros.

lunes, octubre 17, 2005

Hoy vi...

...otra cucaracha machucada en la calle.

jueves, octubre 13, 2005

El totalitarismo de la alegría

Recogido de un artículo en el suplemento de El Nacional, Todo en Domingo, el autor: Rafael Osío Cabrices.

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Varias encuestas han establecido que los venezolanos somos los seres más felices de América Latina. Los extranjeros se rascan sus desconcertadas cabezas. ¿Cómo es posible, se preguntan, que este país no haya dejado de hacerse más pobre y más violento desde dos décadas para acá, y la mayoría declare orgullosa a los encuestadores que vive siempre contenta?.
Lo que esos investigadores tal vez ignoran es que aquí no es relevante si nos sentimos bien o no. Lo importante es parecer alegre, pletórico de gozo vital y de sentido del humor. Los encuestados habrán dicho que son felices, aun cuando lleven, como se dice, la procesión por dentro.
En este país con más de 2.000 kilómetros de costa sobre el Caribe está mal visto andar de mal humor. A los que nos hemos atrevido, con el riesgo de ser considerados parias intratables, a manifestar otros estadios del espectro emocional y ser sinceros sobre el mal rumbo que toman las circunstancias, se nos califica de inmediato de “nubegrises”, “chupetica de ajo” y otros epítetos aún más elocuentes que es mejor no citar aquí.
En este país, cualquier extraño –un portero, una ascensorista, la cajera de un McDonald’s, alguien que te acaban de presentar– se siente con derecho a decirte cómo debes sentirte y cómo no, apenas osas salirte del estrecho repertorio de chistes tontos, risitas automáticas y “miamores” con que el manual básico de venezolanidad te insta a relacionarte permanentemente con los otros, no se sabe si con beneficios claros para la convivencia.
–¡Bueno, chico, pero no te molestes, hazme el favor, vale, en la vida no se puede ser así!.
Como resultado, los circunspectos rebeldes estamos expuestos a ser amonestados con una especie de vitalismo de bolsillo que se pretende universal y sagrado. Se te ordena ser feliz, o al menos, simularlo. En este instante, mientras usted lee esta frase, puede haber varios ciudadanos venezolanos diciendo (con la frente en alto, gesticulando con varias partes del cuerpo): –¡Ay, no, mi amor, la vida es muy corta pa’ andá amargao, con esa cara amarrá, qué va, mijo!.
Un amigo uruguayo que se crió en ese Caribe extremo que es Maracaibo y luego se devolvió a Montevideo se queja de que allá en el Sur la gente es “aburrida”. Y, bueno, realmente en el Río de la Plata no hay nadie bailando en los supermercados con la música de ambiente ni programando en el ringtone del celular el tema de “Pedro el escamoso”; lo común es que todo el mundo se esté quejando dolorosamente de lo mal que están, aunque no tengan ni de lejos la inseguridad, el tráfico o el desorden que sufrimos nosotros. Pero mi amigo sureño no toma en cuenta que ese mandato colectivo a estar contento que rige en Venezuela tiene sus defectos también. Me imagino que no ayuda a los tímidos a desinhibirse, que en una fiesta en la que no saben muy bien qué hacer se les eche encima un cardumen de gente y entre gritos los tomen de los brazos, como en un linchamiento, los inserten en uno de los famosos trencitos, “vaaaaamos negro pa’ la conga”, y los fuercen a aferrarse a los cimbreantes riñones de un desconocido.
Y tampoco me parece que contribuya al enriquecimiento espiritual o intelectual de nadie que en el cine haya siempre personas que se ríen hasta de alguna tristísima película danesa, porque de otro modo sienten que perdieron los reales o se van a dormir.
Aquí prácticamente no se puede presionar el obturador de una cámara sin clamar “¡chico pero ríete, no juegue!” y ni en los velorios dejan de circular los chistes más escabrosos. Y eso nunca acabará. Los “raros” estamos condenados a aislarnos o a clavarnos una sonrisa artificial, como el Guasón. El día que se acabe el mundo, entre columnas de fuego y montañas de escombros, se verá a un venezolano deambulando, buscando sobrevivientes con el siguiente llamado apocalíptico: –Bueno, ya no hay que trabajar más nunca. ¿Quién se va conmigo de rumba? ¡Jh!.
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martes, octubre 04, 2005

Esta conciencia mia...

La razón de ser vegetariano.
Nunca he entendido a las personas que son vegetarianas. Prefieren una ensalada de lechuga, tomates, cebollas y pimentón a un jugoso bisteck bien cocinado, unas chuleticas de cochino bien carnositas o un irresistible corazón de lomito.
Mucho se dice de la carne y sus consecuencias pero definitivamente si los humanos tenemos dientes para comer de todo, pues, usémoslos, bien si tenemos esos dientes es porque nuestro estómago resiste todo lo que mastiquemos con ellos (epa, siendo objetivos, pilas!). La cosa es no abusar, porque igual, si me mando media tonelada de lechuga en una sentada o me la vivo comiendo eso solamente, o me la pasaría bien agüevoniao como burro con sueño o la diarrea que me daría sería bella. El asunto es el abuso.
Anoche me fui a comer unas costillitas (que no se por que razón nunca me imaginé que fueran de cochino, siempre las imaginé de vaca, lo que come uno sin saber) y en un momento, cuando comencé a chuparme los huesitos, me percaté que si, realmente eran huesos, huesos de algún ser vivo que fue criado en cautiverio, quién quizás nunca vio la luz del día, que no pudo correr libre por el campo, revolcarse en el lodo de una laguna lejos del mundo, conseguirse novia, tener crios, comer cuanta cosa se encontrara y poder elegir seguirlo comiendo si le gustaba.
Empecé a imaginar luego a todos esos animales que nacen por nosotros y para nosotros, los cuales engordamos y cuando están como queremos, le hacemos lo que la bruja aquella de Hansel y Gretel no pudo hacer con ellos.
Imaginé pollos, gallinas, conejos, vacas, pavos, patos, cochinos, avestruces, truchas y todo cuanto animal de producción masiva nos comemos.
Colocando los huesitos en el plato los iba mirando y pensaba, esto sentirá un león si viera unas costillas y dijera: "este Leonardo Arismendi si estaba sabroso, que molleja! vergación!".
Fue cuando caí en la vida real y me dije: "Mijo!, somos seres vivos omnívoros, comemos todo lo que se nos atraviese, tal cual un oso u otro animal de esos, las vacas se comen a las plantas y nadie llora por eso, todos los días algún carnívoro se come a otro ser y Dios anda feliz porque así lo quiso él al crear tanta diversidad, así que lo que soy yo, me sigo comiendo éstas costillitas de cochino porque lo que están buenas...es verga!!!

sábado, octubre 01, 2005

Historia de un Maracucho en México (Parte VI)

Historia de un Maracucho en México (Parte VI)
Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Ya estoy por cumplir un año en estas nuevas tierras y tengo algo muy importante que comentar. Como en toda gran ciudad, sobretodo superpoblada, me esperaba encontrar con mucha frecuencia una serie de seres vivos que por lo general conviven con los humanos y que no son de su agrado. Me refiero a las cucarachas y similares.
En mi tierra, sobre todo en mi ciudad natal, era frecuente encontrarlas en la calle, en las cocinas de algunas casas donde no hay un régimen de limpieza establecido y frecuente, en oficinas, etc. Al vivir en la ciudad más poblada de mi país, me di cuenta que a más gente más "compañeros". Pero esta afirmación se ha visto refutada. Desde que estoy en México sólo he visto 3 cucarachas. Si, 3!!!. La primera fue en una estación del Metro, un mes de febrero, cuando el invierno y su frio terminaban e imagino que las amigas ya sentían un calorcito que les daba gusto. La segunda fue en la calle, ya estaba muerta, en una acera transitada y la tercera fue en Acapulco, en una zona poblada muy rústica. No he llegado a ver ninguna de sus primas, tías o parientes cercanas o lejanas.
Esto me ha dejado muy impresionado y aún trato de buscarle una explicación. No se si es que siempre hay más frio (en relación a las temperaturas más bajas que se pueden registrar en un alto porcentaje del territorio de mi país) o porque haya una mayor población de otros seres que posiblemente se alimenten de ellos. La verdad no se, pero de cualquier forma, me ha sorprendido y extiendo mis felicitaciones a quien le corresponda, ya sea gente, el clima o lo que sea, y espero que en un momento dicho modelo pueda ser copiado por el mismo "ente" en mi tierra para gloria, paz y tranquilidad de muchos.

...continúa