jueves, enero 18, 2007

El día que me fui

Sabía que todo cambiaría, que todo sería diferente, que la distancia enfriaría todo aquello que pudo existir y sólo quedarían recuerdos y la nostalgia necia de querer que todo fuera como alguna vez.
El día que me fui ya no quise mirar hacia atrás, en sentido figurado. Ese día supe que no regresaría, no de la manera que muchos aún quieren.
Ese día me levanté de la cama y no estaba seguro de lo que estaba haciendo. Me temblaba el cuerpo y no es para menos ya que no me iba de vacaciones, no me iba "por un tiempo a casa de un amigo", me iba a otro país, sin un destino cierto, sin nada seguro, sin saber siquiera que iba a hacer ese mismo día, todo un juego de azar.
Ese día, realmente no quería que terminara, quería que jamás llegara la hora de tomar las maletas, mi vida portátil y caminar unos pasos para irme para siempre.
Una mirada de última vez aún persiste en mi memoria. Una mirada de adiós tácito, un adiós que sabíamos ya existía desde el día que decidí irme.
No había marcha atrás, ya me había deshecho de todo lo mío y sólo lo que quedaba se vendría conmigo.
Unas palabras de ánimo cumplieron su misión, me armé de valor y salí al mundo.
Durante esa noche muchas cosas pasaban por mi cabeza, ni siquiera tenía dinero, unos cuantos dólares que tenía en el bolsillo soportarían mi vida mientras esperaba por la aprobación de una solicitud hecha a Cadivi.
La mañana siguiente era como una mañana cualquiera, como hacía una semana atrás, casi. Había un vacío a mi lado. Caracas se veía igual que siempre, ruido, gente, tráfico, su olor particular.
Rumbo al aeropuerto, la ciudad que me dio refugio, que me dio cosas buenas, cosas malas y cosas horribles, se alejaba, el camino que 7 años atrás era el habitual sería el último que recorrería. El mar me abría los brazos como una manera de indicarme que el horizonte es el destino y que desde lo lejos la costa no se vería más.
Por la ventanilla del avión mi país se alejaba y una nube densa hizo las veces de cortina para detener el sufrimiento que estaba a punto de ser evidente.
El día que me fui comenzó una nueva vida, con un pensamiento un tanto recurrente de mi vida anterior.
El día que me fui supe de verdad quien era, de que estaba hecho.
Hoy, no cambiaría ese día por muchos de los otros que he vivido. Fue lo mejor que pude haber hecho por mi mismo y por los que amo.
Mi país es mi pasado, mi presente y mi futuro seguirá siendo el resto del mundo.

viernes, enero 12, 2007

La tortilla no engorda!

Ese es el slogan que tiene una marca de tortillas y similares aquí en México. También dice: una tortilla tiene las mismas calorías que una zanahoria, coño, pero nojoda, vergación!, quien diablos se va a jartar 8 zanahorias? y claro, tan finitas las coños'e madre que uno termina jalándose el paquetico de 10 en una sentada.
A diferencia del slogan, o más bien, el complemento, los mexicanos dicen: "la tortilla no engorda, lo que engorda es el relleno!". Ahí si estamos hablando el mismo idioma, porque carajo, pasaron una de dos cosas desde que llegué aquí hace dos años y dos meses: o en Venezuela pasé hambre que jode luego de pelar boloña un tiempo por haber participado como integrante de PDVSA en las manifestaciones contra el otro marico'e mierda o aquí en México me he sobrealimentado, porque ya llevo 17 kilos de diferencia a mi favor (bueno, en mi contra) desde que llegué, y eso es ahorita porque llegué en un momento a más de 20 kilos de diferencia. Mi peso al llegar era de 74 kilos.
Se que tengo la maña de que todo lo nuevo se prueba para ver si es sabroso o no, quizás he probado muchas cosas, hasta me reprochan todavía haber comido gusanos con guasacaca.
Menos mal que cuando hago ejercicios boto los kilos como patrón venezolano bota empleados en crisis económica. En un mes de medio ir al gimnasio rebajé 5 kilos, y otros 2 kilos mientras caminada y no me compraba la nave.
Como tengo un año exactamente sin hacer ejercicios (la ley es empezar en enero y dejarlo en febrero), la pereza que me da ir a correr sobre una máquina es inmensa. Pero ni modo.
Y no, no ando gordote, más bien en Venezuela estaba demasiado flacucho, me llevaba el viento. Yo pienso que llegando a los 80 kilos es una buena medida para mi altura y contextura.
Mientras estuve pensando en empezar a comer puras cosas de dieta, por ahí vi un restaurant que decía: "Cerdo frito de dieta".

miércoles, enero 10, 2007

Energúmeno

Energúmeno, palabra definida por la Real Academia Española como "Persona poseída del demonio".
Quizás no sea la palabra exacta para describirme cuando en la mayoría de los días de mi vida me levanto con el pie izquierdo.
Aunque por lo general estoy de buen humor así haya posado mis dos pies izquierdos del lado izquierdo de la cama en la mañana, de vez en cuando el Bruce Banner con el que todos me conocen deja paso al Hulk que llevo dentro. Si sumamos a esto la cara de perro que el señor me dió, las ganas de las personas de acercarse o hablarme quedan neutralizadas en la mayoría de los casos.
Pero no muerdo, no frecuentemente. Mi ser iracundo se manifiesta en situaciones en las que el mismísimo personaje de Marvel Comics se hubiera engrinchado y destruido a placer. Empujones, patadas, ofensas verbales y gestuales, golpes y miradas hirientes salen a la luz.
Pese a todo he sabido controlar estos episodios de ira hacia el mundo haciendo de mi una persona de paz, de respeto a todo y a la ley.
Hasta mi jefa me hizo referencia en una conversación a este Mr. Hide que llevo dentro, el cual, si bien no podrá desaparecer del todo, podrá quedar en estado de hibernación frecuente.
En cierta forma, las últimas apariciones de mi alter ego me han agradado hasta cierto punto, porque al estar en otro país utilizo palabras de las cuales no sabía su existencia o siendo alguien libre de vicios culturales locales les doy nuevos usos y abusos llegando a causar sorpresa en las víctimas. Con todo, no es causa de orgullo.
Algo que es de notar es que cuando Hulk se apodera de mi ser, por lo general la destrucción sólo ocurre a nivel de personas y su moral, no sobre objetos ni materiales, por lo que la única evidencia de la hecatombe pueden ser personas en shock, personas llorando, personas gruñendo y respondiendo a la barbarie, o quizás, alguna grabación en audio o video. En algunas ocasiones, los daños materiales pueden ser visibles, aunque esto depende del color con el que Hulk se presente, por lo general es el gris, quizás en dos o tres oportunidades en mi vida se ha presentado verde y ahí hasta yo quisiera correr.
Qué me calma? La voz dulce de una mujer objeto de un amor platónico, de un amor real o de un ser querido de verdad. No, una sopita Maruchan no.
Qué me vuelve más iracundo? La necedad de alguien queriéndome calmar, por lo general termina siendo también víctima de mis acciones. Alguien diciéndome: Estás bravo? Grrr, hasta escribirlo me eriza.