martes, agosto 23, 2005

Una noche con Kate Winslet

Una de estas noches, ya hace algún tiempo, me encontraba caminando por un centro comercial cuando sentí ganas de comerme algo. Nada de lo que ofrecían en la popular feria de comida me apetecía. Así que decidí irme a esos locales de comida que quedan fuera de éste y que ofrecen cosas alternativas.
Sentado en una mesa ordeno algo de comer. Me voy tomando un juguito mientras me traen mi pedido. Una vez comenzado a degustar mi plato se me acerca una chica, blanca como ella sola, con su cabello castaño claro increible. Mirándome pregunta si me molesta que compartamos la misma mesa, yo solo estaba boquiabierto, era Kate Winslet, una de las chicas más bella de la pantalla grande; por supuesto que le permití sentarse conmigo.
Inmediatamente me preguntó si podía ordenar lo mismo que estaba yo comiendo ya que le parecía bueno. Por mi no hubo problema. Luego de charlar rato largo en un inglés no tan malo en mi caso, llega su plato. Me sonríe y la veo comer, es cuando caigo en cuenta que es un sueño: ambos estabamos comiendo pan francés relleno de caraotas negras.

domingo, agosto 21, 2005

Estornudo fótico

Digame esta vaina!
En uno de mis momentos de pela bola me puse a averiguar por internet a ver si conseguía una respuesta de por qué rayos cuando hay mucha iluminación (sobre todo del sol) me da por estornudar.
Si, estornudar cuando hay sol. Resulta que muchos me dicen que es maña o que estoy loco. Yo siempre decía que era alergia al sol, pero no del tipo cutánea sino no se, algo en los ojos que se comunicaba con la naríz, que se yo, como el oftalmólogo siempre me dice que tengo el nervio óptico carcomido (esa fue la palabra que usó) y me lo hizo gráfico entrelanzando los dedos de ambas manos y dejando un pequeño espacio entre cada uno de ellos.
En fin, encontré algunos articulos, pedazos de textos en blogs, etc. y resulta que según lo que leí, sólo el 30% de las personas en el mundo tienen ese ¿defecto?. Es algo hereditario, es decir, que alguien en mi familia también sufre de eso y nunca me he enterado. Esta característica se llama estornudo fótico.
Ahora tengo un término para echarle en cara a todo aquel que me diga que soy raro u otras cosas cuando estornudo con el sol.

Historia de un Maracucho en México (Parte IV)

Historia de un Maracucho en México (Parte IV)
Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Disculpen mis amigos por no haber escrito en mucho tiempo, pero es que estaba relacionándome aún más con ésta raza extraña llamada raza mexicana. Las historias son increíbles, las situaciones casi imposibles de creer pero es así, son ciertas, así sucedieron.
En el metro: Ya les he contado historias del metro, ese maravilloso topo-bus que recorre a la ciudad en sus entrañas. Los protagonistas siguen siendo los usuarios. Estos usuarios no los entiendo, uno entra por las puertas al increíble mundo subterráneo con el fin de poder movilizarse rápidamente de un sitio de la ciudad a otro y se encuentra con el siguiente panorama: personas caminando por todas direcciones sin un orden, bloqueándose, chocándose, insultándose unos con otros en palabras que a mi juicio no tienen valor pero que a ellos les llega hasta la madre. Por lo general las estaciones de metro constan de dos pasillos enormes o de un superpasillo por el que la gente igual debería caminar por el lado derecho, como los autos en una autopista, pues no, estos bichos parecen asteroides y fragmentos planetarios luego de una explosión, van por donde les sale del forro creando caos. Otra peculiaridad es que la mayoría van corriendo, será que sólo hay una salida de metro por hora y quieren alcanzarlo antes que se vaya y no se ponen a pensar que pasa uno cada 5 minutos. Entonces ves a estudiantes, abuelitos y gente “enflusá” esmachetaos por los pasillos y escaleras mecánicas, empujándose unos con otros al subir o bajar de las escaleras, de hecho, son mecánicas y como en el aeropuerto, van corriendo dando la sensación de ir a velocidades hipergalácticas, pero eso si, van metiéndose hasta por el mínimo huequito que dejan las personas entre sí mientras usan las escaleras, pero que vaina, siempre usan las mecánicas y las estáticas vacías, ellos prefieren empujar y arrecharse cuando un ciudadano consciente y “ostináo” de esa verga les cierra el paso, jejejejeje ese soy yo. Yo me pongo en medio de las escaleras y extiendo mis brazos para tomar cada pasamanos, por ahí no pasa nadie, siempre hay osados que solicitan les de paso, pero yo me niego, diciendo que falta poco o hablándoles en un idioma X que por supuesto no entienden y que asumen que hablo por mi cara de musulmán arrepentío.
Al llegar al andén, veo como la cuerda de animales se acumula donde las escaleras o los pasillos los condujeron, sin tener la idea de usar el cerebro y pensar que si se dispersan es mejor, no, se abojotan en el centro del andén y cuando llega el tren, nojooooda, se echan coñazos para entrar, y en el caso de los del vagón, salir. Solo se oye como las puertas de los vagones hacen el esfuerzo por cerrarse, pero esos coños no las dejan, las sostienen, el tren se demora, un coño anuncia por los parlantes que dejen cerrar las puertas, nada, las puertas hacen que se cierran y se vuelven a abrir, me asomo y veo como todavía 500 personas quieren entrar en un vagón mientras otras 100 quieren salir, en donde sólo caben 90. En mi vagón, hasta asientos hay. Hablando de asientos, al abrirse las puertas, la gente lo que hace es buscar como locas una silla, se empujan, se miran feo, hasta como que ya tienen las sillas con sus nombres, y no valen viejas, discapacitados ni otro ser preferente al uso. El que toma la silla se sienta y si es hombre se hace el dormido para que no lo jodan y si es mujer sólo falta que saque la lengua. Otra verga que veo con arrechera es que cuando hay un asiento disponible junto a la ventana, si uno solicita sentarse allí, el que sea, en vez de correrse o levantarse para que uno pase, lo que hacen es mover las piernas dejando un huequito para que uno pase, pero como los espacios en general son pequeños, por el tamaño de sus cuerpos, chiquitos los coños’e madres estos, uno tiene que pasarle las nalgas por la cara, aunque ellos se muestran inmutables. Lo corroboré cuando una dama me da “espacio” para pasar, pero en vez de meterme de espalda me meto de frente, pasándole el soldado por el hombro, ni miró ni dijo nada.
Me tocó entonces en hora pico, cuando realmente el andén está lleno de esquina a esquina, salir del vagón. Al abrirse las puertas veo como una horda de animales salvajes se abalanzan sobre mi evitando mi salida, pero lo peor es que me dan un empujón que casi vuelvo a quedar sentado. Mi horror, el pito de las puertas suenan, se van a cerrar, así que me armo de valor y con los brazos en posición de coraza voy empujando y dando coñazo a todo el que tengo enfrente, mujer, hombre, coñito, viejita, hasta que casi llegando a la puerta y estas cerrándose, extiendo mis brazos hacia delante y con todas las fuerzas que tengo empujo a la gente a los lados, lo malo y como es costumbre en mi, diciendo: “mejicanos de mierda”. Creo que por eso se quitaron, se quedaron asombrados, eso si, ya yo fuera del vagón y los coños dentro me doy cuenta que si quedo dentro o uno de ellos queda fuera, hubieran sido mis últimos minutos de vida.
Al salir de la estación, al llegar a la superficie, doy gracias al señor por haber salido, por ver el sol, respirar y sentir friíto, porque no se como una red de metro, con al menos 5 millones de personas montadas al mismo tiempo en las diferentes 12 líneas no tenga aire acondicionado y como una vez les comenté sobre el topo-bus, va con las ventanas abiertas.
Sin embargo, prefiero el metro, arriba, cientos de miles de carros se encuentran estacionados en las autopistas, avenidas y calles, creo que vi a la misma gente ayer en el mismo sitio. Son los momentos en que dudo comprarme un auto, prefiero seguir usando el sistema de transporte público subterráneo, el metro, el metro de México, la ciudad más linda y bella del mundo.

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Historia de un Maracucho en México (Parte III)

Historia de un Maracucho en México (Parte III)
Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Ya van algunas semanas de mi estadía en México y algo está pasando. Cada mañana que salgo las manos se me ponen tiesas, los ojos los tengo rojos como si me hubiera metido un perico antes de salir (enchilado dicen aquí), las orejas se me queman y las rodillas se golpean entre si, es el frío que hace y que cada amanecer está con mayor intensidad. Me empecé a dar cuenta de cuanto frío había el día que se acabó el gas. Como en muchas partes del mundo (menos en mi querida tierra natal) el gas se distribuye en bombonas (cilindros tienes que decir, sino te miran como un perro cuando le haces ruidos raros). Fue una fría mañana cuando abro la regadera y solo salen estalactitas en vez de agua (las estalagmitas se iban formando poco a poco en mis pies), sólo pensé, "er coño de la madre, se acabó el gas" y como no había más nada que hacer me fui de un solo dolor debajo del hielo, lo peor estaba por ocurrir. En Venezuela dicen: "si te mojas la cabeza ya no te da tanto frío", eso no aplica aquí, y como en Mérida, luego de echarme el jabón, por más agua que me echara y por más duro que me diera, el jabón no salía, así que tuve que hacer varias incursiones debajo del chorro para lograr sacármelo hasta que no se notara que aún estaba enjabonao. Lo más fácil de lavarme fue mi parte íntima, ya que con el frío, no había mucho que lavar.
Lamentablemente, el gas lo distribuyen todos los días a las 7 de la mañana y eran las 8 de la mañana de un viernes, por lo que me tocó el numerito todo el fin de semana, ya el domingo no me bañé, bien soy extranjero y mucho se dice de lo hediondos que son esos desgraciados, así que formé parte de ellos al menos una vez. Las patas podrías, el culo hediondo, el sobaco tieso, las greñas flechúas y la bolsa de pastelitos pipo en la cara. El lunes, ya con mi capita de grasa corporal que me protegiera del frío, esperé paciente a que el camión llegara con los cilindros para poder bañarme e irme a mis quehaceres.
Cada día hace más frío en esta vaina, menos mal que no me fui a Canadá, no habría caído ni nieve y ya estuviera maldiciendo a los higüeputas venaos, a la sal de las calles y a la mismísima mal paría nieve, como el chiste del maracucho aquel.
En las noches ya no se puede salir en jean ni franelita, tiene que ir uno arropao hasta las orejas. Me monto en un taxi y dice 15ºC, le pregunto al taxista si eso es afuera a lo que me responde que no, que es dentro del carro, y eso que veníamos con los vidrios cerraos y la calefacción encendida. Afuera había 4ºC. Ya no hablo del frío que me arrecha, ahorita mientras escribo ando enrollado en dos cobijas en la cama con las ventanas cerradas.
Dicen que los que manejan en Maracaibo saben manejar en cualquier parte del mundo, a lo mejor, pero estos mexicanos manejan como si vinieran solos en la calle. Van por media autopista y como se pasaron la salida, los muy ellos frenan, echan retroceso, se pasan dos canales a la derecha y se salen, claro, mientras, 300 mil carros y buses atrás tienen que frenar y esquivarse unos a otros para no chocar, mientras le chingan la madre al desgraciado de la maniobra. He visto cada barbaridad...y los que he visto son 90% hombres manejando, imagínense las cosas que he visto con las mujeres al volante.
En un espacio donde cabría un Tico he visto meterse una Explorer manejada por una mujer, hizo como en las comiquitas, la coña va chocando por delante y por detrás para ir metiéndose hasta que logra acomodarse, de salida hará lo mismo. He visto a coños estacionar de la siguiente manera: =||= donde ponen los cauchos delanteros en la acera y el culito alineado con la fila para no obstaculizar el tráfico. Aquí nadie va detrás de una ambulancia como en Maracaibo que va una de ellas y 500 carros detrás, por supuesto, aquí nadie deja pasar ni a las ambulancias. Tengo una amiga en Maracaibo que manejaba como si el diablo la persiguiera, aquí el diablo anda mamao de tanto perseguir a estos coños de madre y los taxistas son a los que más busca parece.
Por ello me gusta mucho el metro, y no porque sea bonito, sino más seguro. Del metro les puedo decir: el de caracas es de lujo, ahí deben viajar puros directores y empresarios, dirán aquí. Este metro es feo con ganas, todas las instalaciones. Yo me imaginaba un tren subterráneo, pero no, es un bus mollejúo, de esos que van para los filúos, debajo de la ciudad. Hasta tiene CAUCHOS, y de paso al vagón donde venía se le pichó uno en viaje, pensé que se iba a volcar la verga esa. Epa, el desgraciao tren tiene las ventanas abiertas y letreros que dicen: "no sacar los brazos ni la cabeza", vos creéis esa vaina?
Eso si, también está lleno de gente que pide, vendedores ambulantes y demás, y si eres de esos que les da dinero a esos mendigos que piden, en un viaje en metro te podéis arruinar, no conseguís menos de 30 coños con cara de regañaos pidiendo.
También hay los cirquences. En estos días llegó un carajo diciendo: "Yo soy un niño de la calle, pero no se asusten, no tengo armas ni les voy a hacer nada..." mientras extendía un paño con un verguero de botellas rotas, las acomodó y se acostó sobre ellas de frente, acto seguido otro huele pega le paso por encima como si fuera una alfombra, no más le faltó limpiarse los pies, después el que estaba acostao se dio la vuelta y lo volvieron a pisar. Luego se paró y empezó a recoger limosna. También venden "CeDés", "DeVeDés" y otras cosas.
Esta si es una ciudad de locos, de bolas, imagínense una ciudad repleta de todos los maracuchos, guaros, caraqueños, valencianos, gochos, llaneros y orientales juntos, así como 22 millones. Y de paso, el 12 fue el día de la virgen de Guadalupe, donde se contabilizaron aproximadamente 9 millones de visitantes ese fin de semana. Me quedé en casa viendo peliculitas.
Pero no me puedo quejar, no puedo quejar, sino me deportan. Hay que seguir viviendo al ritmo de ésta gente, más tranquilos que la quijada de arriba (mientras estén fuera de un carro).

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Historia de un Maracucho en México (Parte II)

Historia de un Maracucho en México (Parte II)
Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

En mi primer día en México puedo decir que se parece mucho al resto de los días que han transcurridos desde que llegué.
Les puedo decir que han pasado cosas raras, además que parece que estoy viviendo dentro de una novela de Talía por El Canal de las Estrellas. Todos hablan de un raro que a veces me río mucho y otras quisiera que cambiaran el canal y pusieran alguna serie de Warner o Sony. Y hablando de hablar raro, les cuento, si ustedes son maracuchos de esos que prefieren que el resto del mundo hable como ustedes antes que se le pegue un acento foráneo, están pelando y no son los dientes. Aquí se habla de una manera que si un mexicano se fuera a Maracaibo le daría una verga de una vez, y de hecho, comencemos con esa popular y tradicional palabra que si un maracucho no la dice no es maracucho. Resulta que en mi vocabulario, la palabra verga ocupa un lugar privilegiado, en todas sus variantes, usos y abusos (sorpresa, disgusto, emoción, etc.). La cosa es que en este país, esa es una palabra muy fuerte y vulgar, que si me oyera una dama, se espantaría, o si es fuerte, me daría tremendo coñazo (tampoco debe decirse coño y sus derivados). La cosa es que la tengo tan arraigada que montado en un taxi y hablando con otro compatriota, la palabra verga la dije como 10 veces y sólo me di cuenta de ello cuando el taxista preguntó sobre mis preferencias sexuales. Mi compañero (que sabía de paso) sólo se reía, el desgraciao ese. Es que tantas situaciones me pasaron el primer día, como que fui a comerme una vainita y para tomar pedí un refresco (que de paso no le echan hielo y viene más caliente que el cipote), me di cuenta que no me habían traído pitillo y al pedirlo dije: donde tiene un pitillo?, pa'que fue esa verga!!, el tipo me miró de pies a cabeza con una cara que si no fuera mesero me hubiera partido la madre. Aquí se le dice popote. Como también estamos en una época de frío, me estaba congelando (porque salí de jeans y de suéter), así que fui a una tienda a preguntar por las chaquetas, la mujer me mira boquiabierta sin mencionar palabra. Como pensé que no me entendió le volví a decir: Estoy buscando una chaqueta, ¿me las muestra?. La mujer seguía mirándome. Como acaba de pasar el episodio del popote, me imaginé que estaba cometiendo el mismo error. Tuve que pedir disculpas y explicar que era venezolano y que tenía frío y que estaba buscando algo de ropa para el invierno, fue cuando me entendió y me dió a conocer que aquí se le dice chamarra, ya que chaqueta es el sinónimo de Manuela Caraepuño, ustedes entienden.
Ese mismo día en la noche, tuve una entrevista con un posible empleador, y como nos vimos en la zona rosa (zona turística de la ciudad) me dijo si nos íbamos a un restaurante a conversar. Una vez adentro, platicando, comento lo siguiente: ¿que lugares buenos hay aquí en la ciudad si uno se quiere echar unos palitos?, nuevamente dudaron de mi sexualidad (por segunda vez en el día), ya que echarse los palos es tener relaciones con otro hombre. Uff que pena pasé, le expliqué que en Venezuela eso significaba beber, pegársela pues, nuevamente cometí otro error verbal ya que pegársela es irse con una chica y cepillársela. Fue cuando comenté que es muy difícil hablar sin que mal interpreten, que es muy pelúo hablar el idioma, otro error más, pelúo se refiere a cierta zona del cuerpo que muy poco sol recibe, de hecho, ninguno. Beber en México se le dice chupar, término que me mató de risa porque me imaginé al poco de mexicanos machos vernáculos realizando el acto de la felación. Dios mío, no se puede hablar ya. Menos mal que la persona comprendió y me explicó los hechos de la vida. Al final de la reunión me fui a pegármela (maracuchamente hablando ojo!!).
Tampoco se por qué el mundacho me confunde con los argentinos, en Venezuela también me ocurrió mucho en el último año. Confunda pero no ofenda. Si la pinta de árabe que cargo no me la quita ni una cirugía. Y lo peor, que ayer me confundieron con un mexicano, con los cara de guajiros estos, pero cuando me escucharon hablar (sorprendidos por mi verga, la palabra, ojo) se dieron cuenta del error.
Pero definitivamente lo que me cuesta evitar es la palabra verga, la digo en el supermercado, en la calle, en el taxi, en un restaurante, y siempre me callo mirando para todos lados cuando doy cuenta que la dije. Y como somos silenciosos los maracuchos cuando hablamos, magináaaaate.
Al maíz le dicen olote o una vaina parecida, al pan le dicen torta, a la torta le dicen pastel y al pastel, pastel. A la cebolla ni me pregunten, al tomate jitomate, a la mandarina N.P.I. Los pescados tiene unos nombres que es mejor guiarse por la forma y el color, los únicos que se salvan son el atún y el salmón. Las carnes ni decir, lo que me recuerda otra situación: llego a un local a comerme mi primer taco mexicano, lo que le pregunto a la señorita de que los tenían, ella me dice: los tacos con arrechera son buenos. Yo le dije: con arrechera? y me contesta que si, y yo le pregunto y que clase de picante tiene ese taco que hasta arrechera tiene? me responde: no tiene picante. Le digo, y porque razón tiene arrechera? a lo que contesta: es lo que tiene, solamente, a menos que le coloques algo adicional. Yo le digo, con la arrechera sola tendrá. Fue cuando me dice, no es arrechera, es arrachera. Yo le pregunto: y eso que es?, es una carne, me contesta, una carne muy suave y jugosa. Ahhhhh!!!! ya estamos hablando el mismo idioma, y ¿no tendrá con lomito? ¿Qué? -me dice ella- ¿qué es eso?. Jum!!, y al pollo como le dicen ustedes?, pollo -me responde riendo.
Otro asunto del idioma, es que aquí los nombres parecen maracuchos, pero de los que les ponen a las carajitas, puras H y X con C por todos lados, nombres innombrables, sobre todo la de las calles. Me cuenta un compatriota que estaba en una calle y lo llaman preguntándole donde estaba, el no supo responder, prefirió decir: te devuelvo la llamada en 5 minutos cuando esté en otra calle porque ésta no la se pronunciar!Aquí cabe decir: Que Dios me agarre confesado, y si me deportan por obsceno, vulgar o por ir en contra de las buenas costumbres y la moral, lo entenderé y regresaré a mi país con la frente en alto, primero muerto que bañado en sangre.

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Historia de un Maracucho en México (Parte I)

Historia de un Maracucho en México (Parte I)
Nota: Los nombres han sido cambiados para proteger a los inocentes.

Lo que les cuento no es broma y ha de servir al gentilício de mi misma tierra y que piensan venirse a vivir a México. Hay cosas en la vida inexplicables pero las cosas que les pasan a los latinos son insólitas.
Me encontraba en mi primer día en la ciudad de México, recién bajado del avión, no habían transcurrido ni 10 minutos que el avión había pisado tierra cuando me tocó por primera vez estar en un aeropuerto internacional que no fuera el de Aruba. Como no dicen que es lo que hay que hacer salvo bajarse del avión, me dediqué a seguir a la multitud que había viajado conmigo. No tenía ni la más mínima idea de donde ir a buscar mi equipaje así que empecé a caminar, y a caminar, y a caminar, tiempo después, preocupado, comienzo a preguntar: ¿Dónde se busca el equipaje?, la primera respuesta que escuché "merito llegamos", supe que significaba eso gracias a la traducción que le hicieran a Burro en Shrek 2, así que seguí caminando, aguantando un poco la risa.
Veía lo grande que era el aeropuerto y que alguien me había robado la idea de poner escaleras mecánicas horizontales para no caminar sino dejarse llevar (las que deberían poner en todas las aceras de mi ciudad natal Maracaibo), sin embargo vi como los ex-pasajeros caminaban igual sobre la rampa que desde mi perspectiva iban como a 150kph, también me di cuenta que habían carritos tipo golf que llevaban a la gente, también me dió una idea de como manejaban los mexicanos ya que casi fui atropellado con todo y bolso de mano dentro de ese pasillo interminable. Como 20 minutos después veo que algunos siguen de largo y otros cruzan hacia una puerta, por lo que pregunté a uno de los conductores estacionados que por donde recogía mi equipaje, este ser me dice con su cantadito: "por esa puerta buey". Aunque mi lastre eran las maletas no me sentía haber arado el pasillo para que sembraran alguna legumbre como para que me dijeran así. Una vez cruzado la puerta me di cuenta que había una cola demoníaca, encabezada por los bólidos ex-pasajeros que usaron la rampa.
Casi una hora después me sellaron el pasaporte y me dejaron salir del salón. A todas estas no tenía ni la más mínima idea si mis maletas se habían quedado en San José de Costa Rica (ya que nos cambiaron de avión y en menos de 20 minutos de haber aterrizado estábamos despegando de nuevo) o en Venezuela. Luego de caminar otro tanto las vi acomodaditas en fila, ahí estaban las mías, que organizados, pensé. Las tomé y caminé hasta donde está la máquina de rayos X. Las puse en la banda y se metieron dentro de la cortina. Una señorita junto a la máquina me hacía señas y al prestarle atención me dice que pulse un botón que estaba frente a mi debajo de un ¿semáforo?, lo pulsé y me fui a buscar mis maletas del otro lado. Que sorpresa verlas todas del otro lado de la máquina de rayos X amontonadas en el suelo cayendo unas sobre otras, gracias a dios mi laptop fue lo último que coloqué. Pero apenas las estaba recogiendo del suelo vi venir una monstruosa, inmensa y exagerada, para no decir requetemollejúa, maletota saliendo de la máquina justo a caerme encima por pendejo, no tuve remedio que arrastrar el bojote de maletas a lugar seguro y ver como la descomunal maleta caía, ahí si no pude aguantar la risa, sólo me la calmó un poco la dueña de la misma pidiéndome que le ayudara a levantarla, cosa que me costó con tanta risa. Una vez colocándome todo el maleteral encima, seguí mi camino a la salida del aeropuerto. Esto es sólo el comienzo, y lo peor: no tenía ni la más mínima idea de ello.

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