lunes, mayo 29, 2006

La espera

No sabía donde me encontraba. Una luz tenue que emanaba de un faro cercano dibujaba una difusa y débil silueta de mi en el suelo. Comencé a caminar sin un destino en mente. Mis piernas no respondían como lo deseaba, me iban llevando cada una a su paso y ritmo, parecían tener vida propia y estaban dispuestas a alejarse de mi en cualquier momento.
Con esfuerzo retomé el control de ellas y enfoque mi atención y concentración en seguir una línea recta.
Al llegar a una esquina creo tener idea de mi ubicación. Camino un par de cuadras más y encuentro una ruta conocida la cual tomo y la sigo de forma semi-automática, dejándome llevar nuevamente por mis piernas.
Se detienen súbitamente frente a un edificio. Mi mano se introduce en unos de mis bolsillos y extrae de ella un juego de llaves que hábilmente manejo y abro las puertas que me llevan al interior de la estructura. Extrañado aún por la situación dejo que mi cuerpo continúe con eso que lo motiva, desconocido para mi.
Siento volar, como si me estuvieran cargando, llevándome en una cama de plumas y motas de algodón, con mis ojos a punto de cerrar.
Al darme cuenta he subido por un elevador el cual al abrir las puertas me encaran a una nueva. Pienso que se donde me encuentro. Nuevamente mi mano toma una llave del juego y abre la puerta que tengo en frente. Un olor familiar me invade, me siento en casa.
Mis manos comienzan a despojarme de mi vestimenta mientras camino por un pasillo que me lleva a una habitación y ahí está, la reconozco, es imposible olvidarla, la encuentro en toda su extensión, esperando para recibirme, incondicional. Es toda mía - pienso - y semidesnudo me lanzo sobre ella. Que delicia, que bien me hace sentir, me dejo abrazar por ella y mis ojos poco a poco y lentamente se van cerrando y antes de quedar rendido lo recuerdo todo. Ya no importan las últimas horas pasadas y lo ocurrido en ese tiempo, ella está aquí conmigo y la dejé tanto tiempo, esperándome. Que rica es mi cama.